jueves, abril 18, 2024

Los cuentos de Luis Alberto Tamayo y el corpus literario de los existencialistas

 


Disfruto del libro de cuentos «Nos cuesta la vida» de Luis Alberto Tamayo por su narrativa bien escrita, a través de frases concisas y diálogos ágiles. Los cuentos se desenvuelven con una fluidez que se beneficia de su brevedad, y la edición de Edebé, con su cómodo formato y diseño, se suma a la experiencia de lectura.

Los 10 cuentos que componen la obra giran en torno al tema de la derrota. La derrota es central en el corpus literario de estos cuentos de Luis Alberto Tamayo.

Personajes chilenos comunes: esforzados, trabajadores, estudiosos quienes están convencidos que esa es la única manera de progresar. Sin embargo, por razones inexplicables, quizás caprichos del destino, la vida de estos personajes invariablemente termina en derrota

Es decir, son cuentos del vencimiento. Un tema recurrente en la obra.

El cuento ‘El Rucio y el río’ sirve como claro ejemplo de esta temática. En él, el Rucio lucha por mantener a flote su negocio al borde del río, pero es el mismo río el que, inexorablemente, lo derrota. Se ahoga.

De igual manera, en el primer cuento, ‘Atardecer en sepia con piscina y álamos’, narrado a coro por los diversos miembros de una familia que aparenta ser ideal, bajo la superficie se esconde una realidad ominosa: la familia fracturada, un tío que manosea a las niñas.

Esta derrota no es externa, sino interna, una condición inherente a la existencia de estos personajes. La derrota se convierte en una constante en la vida de estos individuos, marcando su destino. Es la naturaleza omnipresente de los personajes: ser derrotados.

Silencio y escucha: ¿Has reconocido tu derrota y la admites?

Personajes que buscan caminos como parte de su naturaleza, pero terminan mal.

En el cuento ‘Vestido Rojo’, unas amigas se preparan para ir a una fiesta vestidas de rojo. Pero, no pueden evitar la derrota de llegar a un sitio lúgubre donde  no conocen a los invitados. Es el fracaso de las expectativas juveniles.

La derrota es una forma especial del espíritu y se aferra a todas las enseñanzas y filosofías, pero más aún a la vida cotidiana, ya que la vida misma está llena de derrota y en el fondo es totalmente ilógica. Los personajes se esfuerzan hacia el triunfo, para poder ser, al fin, derrotados. La derrota misma no tiene reglas. Ese es su misterio y su ley desconocida e incomprensible.

‘La Pichosa’ es un cuento sobre un profesor que ve llegar a su colegio a Pichosa, una antigua compañera de curso. Pichosa matricula a su hija en el colegio. Así el profe es testigo del sufrimiento de un niño que se enamora de la niña, la Pichosa Chica. El alumno sufre igual como el profe sufrió con la mamá.  Dos derrotados en el desamor: el alumno y el profe. Todo se repite. Castigo eterno.

Así, los personajes de estos cuentos son de carácter existencialista. Es el mito de Sísifo de Alberto Camus. Sísifo es uno de los antiguos mitos griegos. Era un rey de Corinto mañoso con la muerte. Cuando la muerte fue a buscarlo la sedujo y la ató inmovilizándola. Zeus le impuso el castigo eterno de hacer rodar una roca por una colina en el Hades. Obligado a subir la roca que caerá de nuevo. Un loop. En literatura, un loop o bucle se refiere a una estructura narrativa en la que una secuencia de eventos se repite de manera similar o idéntica, creando una sensación de circularidad o repetición.

El mito de Sísifo es la metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre. A pesar de nuestros impulsos sinceros, haya algo desconocido e irreductible que siempre nos atrapa.

Lo sabía Alberto Camus. En enero de 1960 había pasado unas vacaciones en Lourmarin y volvía alegre. Pero su auto chocó contra un árbol. Murió a la edad de 46 años. Camus no pudo inmovilizar a la muerte. Muerte absurda e imprevisible, su derrota.

Mi cuento favorito se titula ‘El día que vuelva Mariela’. La trama, tan simple como absurda, narra la historia de un joven estudiante que alquila un pequeño departamento. Desde el primer día, comienzan a aparecer personas preguntando por Mariela, la antigua inquilina. La historia se torna absurda a medida que se multiplican los personajes que esperan el regreso de Mariela.

En resumen: persisten en los excelentes cuentos de Tamayo la sensación de que la filosofía del absurdo está a la vuelta de cualquier esquina.  En los cuentos de Tamayo los personajes tienen tendencia a vivir en la filosofía del absurdo que sostiene que sus vidas son fútiles, o a lo menos, inasibles.



domingo, abril 07, 2024

En el fondo de su tumba está el mar. Por Omar Pérez Santiago. El Heraldo abril 2004

 



En la costanera de Cartagena de Chile, entre la playa Chica y la playa Grande, estoy con Elly Orellana, mi hermana Silvia y Jorge Araya sentados en una Fuente de Soda. Desde los ventanales vemos a una pareja de jóvenes sentados en la baranda. Detrás de ellos está el mar, el sol recorta sus figuras. El le habla seriamente, gesticulando con sus manos. Ella se ríe y baja sus negras pestañas, indefensa como una flor. A veces, ella esconde coquetamente con sus manos la sonrisa de su armonioso rostro. El la seduce, suponemos, contándole delgadas y amorosas humoradas. Ella gira su cabeza, se entrega divertida. En el intertanto de ese amorío juvenil le preguntamos a la garzona dónde está la tumba de Vicente Huidobro, que vino a morir en el año 1948 aquí en Cartagena. “En el cerro”, nos responde la muchacha.

 En 1618 el capitán español Juan de Cartagena fundó el pueblo en esta playa que le pareció fastuosa. A comienzos del siglo XX ricachones de Santiago transformaron Cartagena en un selecto balneario. Levantaron casas que imitaban los acantilados franceses y las divinas playas de Italia.

Aunque aún siguen en pie elegantes obras. Cartagena ya no alberga a los ricos. Tiene una población de 15 mil habitantes, y es visitada por unas 450 mil personas al año, y sigue recibiendo la visita de artistas y poetas que la han denominado pomposamente como Capital Cultural.

Un vecino de Cartagena y una carabinero –subiendo ya el cerro en el auto de Jorge- nos orienta con gentileza sobre cómo llegar a la tumba del poeta Huidobro. Estamos a los pies del cerro. El camino de tierra está en mal estado y tenemos que hacer los últimos trechos a pie, sin la certeza de andar por el buen camino.

Los biógrafos dicen que esta fue la última caminata de Huidobro, un martes 16 de diciembre de 1948.

Cruzamos junto a la casa de veraneo del poeta, una vivienda de un piso y techo de tejas, de aspecto vulgar y distribución defectuosa, cuyos planos había confeccionado Huidobro. Sé que en los dormitorios y en el living comedor con chimenea escaseaban los adornos y cuadros, porque Vicente Huidobro carecía del sentido de la decoración. Desde aquí veía el inmenso panorama oceánico, puntillas, ensenadas, dunas y pinares.

 Aquí vivió momentos memorables con su segunda mujer, Ximena. La historia es un guión de cine. El tenía 33 años, casado 14 años con Manuela Portales, cuatro hijos. Entonces se enamoró de una apetecible muñeca de 14, Ximena Amunátegui, heredera de una conocida familia de Santiago. El escándalo fue patagüino. Los hermanos de Ximena los buscaron para matarlo. “Lo vamos a matar”, dijeron. Ximena fue enclaustrada en un convento. Huidobro huye a New York. Su padre no volvió a hablarle.

La cuestión no quedó allí: regresó clandestinamente con un desorbitado plan: rapto de menores. Ximena pidió permiso a las monjas para ir al dentista. En una esquina de Santiago, en un automóvil la esperaba Vicente. Cruzaron la cordillera de Los Andes y llegaron a Mendoza, Argentina. Luego se fueron a taquillar a París.

Sabemos que fueron felices en Europa.Volvieron a Chile algunos años después. En Santiago tuvieron un hijo, Vladimir.

 La pareja pasó en Cartagena lapsos inolvidables. Huidobro trajo semillas y forestó el lugar. Aquí llegaban los leales de la trupp Huidobriana: los poetas Eduardo Anguita y Braulio Arenas. Se alojaban en un cuarto sobre el que tenían un derecho adquirido. A veces, se entretenían con eternas partidas de cartas. El juego terminaba en pelotera. Vicente trampeaba. Braulio se enfurecía, se despedía y tomaba la maleta Huidobro salía tras él, le cogía del brazo pidiéndole perdón. Una vez se trenzó con Ximena. Ella le dijo: “tramposo”; él contestó: “los tramposos son los Amunátegui y el señor Domingo Amunátegui es un señor prehistórico”. Peleas infantiles que se tomaban en serio.

Un día ocurrió lo inconcebible que lo paralizó como una estatua. Son esas cosas sensibles, duras y tristes, que por pudor, uno quisiera no oír. Apareció un joven poeta argentino, simpático y canchero: Godofredo Iommi. También se empezó a quedar en Cartagena. Todos sabemos lo que ocurrió. No digamos más. El triángulo se prolongó por varios meses. Huidobro no quiso aceptarlo. Se volvió doloroso. A veces, rudo.

Bajoneado se fue a Europa en 1943 en plena II guerra. Entonces, Godofredo y Ximena se casaron. Orgulloso, Huidobro le escribió a un amigo: “Ninguna mala voluntad a Jimena. Cómo voy a tenerla. Ella me dio a mí sus mejores años, su juventud, su primavera y su verano y ahora le da a otro su otoño y su invierno. ¿No es esto una gran finura? Y luego casarse con quien lo hizo es otra finura...su marido es uno de los pocos que no puede dar celos a nadie”.

Se dejaba a ver que el poeta estaba picado.

Creo que no se recuperó.

 Participó en la guerra. Buscó o inventó nuevos mitos, como el teléfono de Hitler, que habría sacado del gabinete del nazi.

En 1945, finalizada la guerra, volvió a Cartagena con el teléfono de Hitler y con una nueva joven esposa, Raquel Señoret.

Regresó con el alma malherida. Algunas de las cartas del escritor, muestran amargura.

Su muerte fue pre-sentida. Su hija Manuela se encontró con una clarividente en la calle Miraflores: “Sufriría la pérdida de un pariente”, le dijo.

Pasaron algunos meses. El lunes 15 de diciembre Huidobro fue al cine Bandera a ver la película “Feria de Quimeras”. Salió a las nueve de la noche y le dijo a su amigo Carlos Valdés: “Anda a verme mañana a Cartagena, después ya no me verás”.

 El martes 16 Huidobro tomó en la estación Mapocho el tren a Cartagena. El ferrocarril, inaugurado en 1922, recorrió los 108 kilómetros que hay entre Santiago y Cartagena. Eran las tres de la tarde y le clima estaba templado, 18 o 19 grados. Desde lo alto de la loma donde está la estación observó la playa Chica, donde muchachas se paseaban en trajes de baño “last-tex” y los osados “Catalina”, que causaban furor. Más allá, entre playas, en el paseo peatonal, unos niños compraban manzanas confitadas.

Huidobro esperó un taxi. Finalmente repechó a pie hasta lo alto de la colina, maleta en mano y deteniéndose para tomar aliento. Entonces le dio un derrame cerebral.

La casa en la colina se llenó de gente. El poeta estaba inconsciente.

El día viernes dos de enero a las 16:15 murió.

 Murió el mejor poeta vanguardista, antipoeta y mago.

Murió sin el Premio Nóbel que la Academia de Irlanda pidió para él en 1926.

Murió sin el Premio Nacional.

Murió sin un Premio Municipal.

 La sobria urna de caoba barnizada de negro –del tipo 14, según dijo uno de las pompas fúnebres- se instaló en la austera casa. No tenía cruces, ni cirios, ni flores. El féretro solo. “No seré de los que se ablandan a última hora, pidiendo confesor”. Había dicho.

De Buenos Aires llegó un cable de condolencias firmado por Godofredo Iommi y Ximena Amunátegui.

El día sábado tres a las 17:30 el funeral inició su viaje, desde lo alto de Cartagena. La bella Raquel Señoret vestida de negro subió al primer auto. “Siento por mi esposo adoración y cariño”, declaró a un periodista de La Nación. En otro auto iba su amigo Hugo Montes, en otro la pintora Henriette Petit. Veinte autos cruzan lentamente junto a la playa de Cartagena. Media hora se demoró el cortejo entre la casa del poeta y el cementerio.

En el vano del cementerio de pescadores tomaron la urna Vladimir, hijo del poeta de 13 años, vestido con un traje gris, descubierto y llevando en su brazo derecho una franja de luto; sus amigos Luis Vargas Rosas, Carlos Soto y Carlos Valdés. Caminaron tras ellos: Raquel Señoret, Henriette Petit, los poetas Braulio Arenas, Eduardo Anguita y Jorge Hübner, Hernán Díaz Arrieta, Alfonso Bulnes, el embajador de Francia y el embajador de la república española, sus cuatro hijos del primer matrimonio: Manuela, Vicente, María Luisa y Carmen. Otro grupo de jóvenes escritores, entre ellos dos enriques: Enrique Lihn y Enrique Lafourcade.

Total: sesenta personas.

 Dicen que el cortejo erró entre los nichos. La urna fue colocada en una bóveda de cemento.

Desencajados, ninguno de los amigos del poeta pudo hacer uso de la palabra. Salvaron dos diplomáticos: primero, Antonio Lezama, del figurado gobierno republicano español. Y luego, el embajador de Francia, vestido de pulcro blanco.

“Es el funeral más barato que hemos hecho. Madera corriente”, declaró el de las Pompas al periodista aguja.

Días después, con el permiso presidencial, Manuela sepultó los restos aquí en su propiedad. Quería estar en su heredad, frente al mar, en el pequeño parque rodeado de sus sauces, jacarandas, acacias y flores.

Aquí llegamos, por fin, a la blanca tumba y leemos, al subir las escaleritas, en la lápida del poeta, la inscripción que su hija Manuela y Eduardo Anguita armaron desde un poema: “Abrid esta tumba, al fondo de la tumba vereís el mar”. Nos giramos sobre nuestras espaldas. Allá el mar y abajo Cartagena y sus antiguas casonas. Aquí, en la ladera de estos cerros, caminó y cabalgó el mago. Presumo que Huidobro escribió aquí su Monumento al Mar, el mejor poema de amor al mar:

 “Este es el mar que se despierta

como el llanto de un niño.

El mar abriendo los ojos

Y buscando el sol

El mar empujando las olas

Sus olas que barajan sus destinos”

 Al bajar nos encontramos con un grupo de jóvenes –fans de la poesía- que nos preguntan cómo llegar a la tumba de Huidobro. Igual que nosotros, han estado dando vuelta sin éxito, como muchos otros antes y muchos otros que vendrán. Porque a veces, los hombres y mujeres buscamos algo de raíces, de magia e incitación. O reencontrarnos con preguntas que durante el año, en el stress de la vida cotidiana, habíamos perdido: cuestionamientos, por ejemplo, como los que ya expresó el poeta en Altazor, similares quizá a las preguntas con que ese muchacho en la costanera de Cartagena seduce a su bella amiga:

 “¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?

¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?”

  

(Escritores y el Mar, Ediciones Cosa Nostra, 2002)

Octavio Paz y el ´68 . Por Omar Pérez Santiago, La Nación 2008

 


Escucho voces antes de doblar la esquina. Doblo y, como si fuera irreal, aparece Octavio Paz.
Era una medianoche de luna llena de junio de 1988 y Octavio Paz caminaba directo hacia mí en una calle principal de Malmö en Suecia, canteado por Lasse Söderberg a la izquierda y Jean Clarence Lambert a la derecha. Venían del centro cultural francés y yo venía con mi novia sueca de mi pub preferido.
Entonces lo vi y grité como un groupie: “Octavio Paz”.
Y lo abracé Y Octavio Paz me abrazó.
Mi entusiasmo nocturno tenía bases sólidas.
Octavio Paz era un tipo de escritor muy de moda. Desde 1968 Octavio Paz publicó obras capitales. Dije 1968 y quiero decir “Tlatelolco a las cinco y media del miércoles 2 de octubre”, donde diez mil estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas escuchan a un líder estudiantil que habla desde un balcón. De pronto en el cielo se encienden luces de bengala. Se oyen disparos. Muchos caen en la plaza por el fuego de ametralladoras. La matanza de Tlatelolco fue un ataque militar del gobierno que tomó 29 minutos y dejó un monte de cadáveres.
Aún había olor a pólvora cuando, en protesta, Octavio Paz renuncia a la embajada en la India, donde estaba desde 1962. Tlatelolco gatilló el frenesí de Paz por la libertad crítica. Paz escribe Post Date, uno de cuyos capítulos centrales es sobre la carnicería de Tlatelolco, y sobre la crisis de representatividad política, el desfase entre la elite y el pueblo, el cultura piramidal del partido único, y del “sí, señor presidente”. Luego funda la revista Plural.
Leer a Paz en esos años de dictaduras sureñas, era un chiflón de aire libre. Paz denuncia el golpe contra Salvador Allende, critica la falta de fe de las democracias occidentales, los límites del mercado, el desdoblamiento democrática-imperial de Estados Unidos, defiende el aborto y la liberación femenina, critica la dictadura de Franco, y defiende el aura libertario del movimiento del 68.
Pero a la vez, Paz denuncia la URSS y defiende a Solzhenitsyn y a Padilla en Cuba y critica la doble moral de una cierta izquierda dogmática, la caída cultural de la izquierda stalinista que no perdonó a Paz y que lo vio como una bestia negra.
Pero sobretodo, lo que dijo Paz, lo dijo con un lenguaje creativo y centelleante, nervioso y sustantivo, como si orillara un acantilado.
Hace veinte años, una noche en Malmö, Octavio Paz me abrazó y luego me preguntó:
-Y ¿tú quien eres?
Lasse Söderberg se apuró en presentarme y en contarle que yo había hecho una antología literaria de suecos y latinoamericanos que titulé Jardines Errantes, (Irrande Trädgardar, 1987, Aura Latina). El título del libro estaba tomado de uno de los poemas de Octavio Paz, publicado en 1971 y dedicado a Jean Jacques Lambert, su traductor francés, que estaba también allí parado al lado de Octavio Paz. Además, el poema había sido traducido al sueco por Lasse Söderberg.
Lo qué son las cosas.
De un modo curioso y fantástico, todos los que teníamos algo que ver con el poema Jardines Errantes, un homenaje al dialogo del vagamundo, estábamos allí parados, como troncos bohemios, a la doce de la noche en la calle Södra Förstadgatan de Malmö, bajo la luz centelleante de la luna llena.
-Lasse, dijo Paz, no me has enviado ese libro.
-Sí, Lasse, dije yo haciéndome el interesante, ¿por qué no le has enviado el libro Jardines errantes a Octavio Paz?
-Sí, Lasse, yo también quiero uno, dijo Jean Jacques Lambert.
El año siguiente cundió el rumor en los entornos de la academia sueca, que le darían el premio Nobel a Octavio Paz. No fue así. Ese año el premio recayó sobre Camilo Cela. Se dicen muchas cosas acerca de los criterios de la Academia sueca para nombrar al premio y uno de esos imaginarios, es que la academia no vuelve a premiar a un escritor del mismo idioma dos años seguidos. Sin embargo, la academia premió a Octavo Paz en 1990, desdiciendo los prejuicios.
La historia del poema Jardines errantes no quedaría allí.
Lambert publicaría en 1992 un poemario que titularía también Jardines errantes (México, 1992).
Y hoy Seix Barral, con motivo de los 10 años de la muerte de Octavio Paz, publica otro libro con el título Jardines errantes, con las cartas que escribió el Nobel mexicano entre 1952 y 1992 a Jean Jacques Lambert, una amistad que duraría 50 años.

JARDINES ERRANTES
A Jean Clarence Lambert, entre Suecia y México.
Entre la nieve y el terrón fusco,
El pino y el cacto,
entre
las palabras enterradas del poeta Ekelof
y las profecías desenterradas de Topiltzin,
el erizo de mar y la tuna tenochca,
el sol
de mediodía y el sol de medianoche,
Jean Clarence
tiende un hilo
sobre el que discurre
-del color al sonido,
del sonido al sentido,
del sentido a la línea,
de la línea
al color del sentido:
letras,
exclamaciones, pausas, interrogaciones
que deja caer
desde su divagar vertiginoso
en nuestros ojos y oídos:
Jardines errantes.

sábado, abril 06, 2024

SECRETOS EN LA QUINTA DE OLIVOS IV. Camorra esotérica y la infiltrada montonera. Por Omar Pérez Santiago. Ilustración de Luis Martínez Solorza

 


Revista Off The Record, 1 de abril 2024

Karix es la hermana del presidente de la Argentina Penumbral. 

Ha trascendido que es además la Jefa del “Círculo Encantado” que gobierna el país.
Ella se rebautizó como Karix, (se llama Karina), por las influencias de los druidas o magos celtas, como Panoramix.
Karix camina por el parque de la Quinta de Olivos.
Ve un árbol que lleva el nombre de “Evita”.
En 1952, Evita Perón, la primera dama de la nación, muere de un doloroso cáncer de útero. Una vecina, en homenaje y duelo, plantó ese árbol en la Quinta de Olivos. Lo bautizó como “Evita”. La gente se sacaba el sombrero y rezaban cuando pasaban frente a él.
Karix lo miró. Detectó el graznido de un cuervo.
Sorprendida caminó hacia el árbol llamado Evita. Lo olió con su nariz puntiaguda. Vio que el árbol llamado Evita tenía un hueco en la base.
“No toques ese árbol”, pensó instintivamente. Le dio terror que la energía áurea la transmutase en Evita Perón, la abanderada de los peronistas.
En la base del árbol entre la paja seca había una muñeca de grano envuelta en pañales.
Karix tembló.     
¡Oh!
La muñeca era un kern mapuche tejida a palillo con tallos de maíz, un vestido teñido con hojas de maqui, cruzada con un punzón o alfiler. Tradición de hechizo y conjuro de las machis que las enterraban en un Ku, bajo sus tótems de roble.
Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Karix se puso pálida como cáscara de huevo. Sintió la fuerza malévola que libera energías áureas sedientas de sangre.
Su primer instinto fue pisarla con sus botas de cuero, con rabia con odio.
Tuvo un vahído. Se volvió caminado y de pronto tropezó y cayó en una zanja.
—La puta que la parió.
Quedó llena de barro.
¡Oh!
Supo de inmediato que alguien le había hecho un gualicho, una peligrosa magia negra.
Cerró los ojos. Los abrió.
Los abrió y sintió que la culpable era la Ministra de Seguridad del gobierno de su hermano.
¡Linyera!
En Argentina parece que siempre asola una nueva tormenta. Se abriría la ventana de lo que se bautizaría como La Guerra Esotérica Argentina, la GEA. Hechizo contra Conjuro.
Furibunda entró a la casa de Quinta de Olivos.
El presidente de la Argentina estaba en calzoncillos y en penumbra, pues el presidente es fotofóbico, Estaba sentado frente a su computador enviando un nuevo twitter.
Karix le gritó a Javo:
—Siempre sospeché de esa cabrona montonera de la Columna Norte, asesina de la lucha armada. Su secta satánica y sus máscaras de animales. Sus famosas fiestas donde se empelotaba en orgías impías.
—¿Quién?
—Tu Ministra de Seguridad.
No se sabe si es el odio o quizá la envidia le daña el alma. Como boxeadora fatigada Karix alegó:
—Tu ministra de seguridad usa pavorosos trajes de guerrillera maoísta, uniformes Mao o chaquetas maoístas. Se viste igual que Xi Jinping.
Karix sabía que la ministra de seguridad había comentado una vez:
“Karix usa la psicocháchara”.
Eso alteró el estado mental de Karix. La tuvo entre ceja y ceja.
—Comunista traidora,  viciosa que vive a cuerpo de rey mientras los argentinos de a pie pasan grandes penurias. Es una gazmoña, quintacolumnista que sibilina prepara su proyecto paralelo.
—Karix, calma, yo no quisiera desperdiciar el talento de la ministra, dijo Javo. Se rascó el trasero y se arregló su pijita.
—El único talento que tiene esa, es el talento de Judas.
Karix fue a su aposento.
Karix es perceptiva. Sabe dónde reside la fuente secreta de su poder. Nada existe en soledad. Se trata de modular las frecuencias básicas para la comunicación. En una era caótica y de algoritmo,  se trata de hipnotizar chabones de lealtad fanática. Los alimenta con propaganda exaltada para que asolen, como una red de araña siniestra, a la ministra de seguridad en twitter.
—A la montonera yeta le voy a mandar mis hachas hambrientas de escrache en twitter.
Luego Karix prepara su contrahechizo, cuyo efecto principal será inhibir los efectos del hechizo de la ministra. 

Revisó libros de la prolífica historia del esoterismo en Argentina:

Benjamín Solari Parrachini, el vidente Pedro Romaño, El brujo José López Rega

Agotada se acostó. Se durmió.
Un ruido la despertó.
Un hombre mayor con traje militar se le apareció de pronto.
—¿Vo' quien sos?
—Soy Perón, soy el teniente general Juan Domingo Perón. Yo dormía en esta habitación en una cama ortopédica cuando morí de un ataque cardiaco, en julio de 1974.
¡Qué macana! dijo Karix y se desmayó.

miércoles, abril 03, 2024

Prólogo de "Diario de un Seductor" de Sören Kierkegaard, 1843, Traduce del danés: Omar Pérez Santiago

 


Título original: Forførerens Dagbog Diario de un Seductor Sören Kierkegaard, 1843 

Traduce del danés: Omar Pérez Santiago

 Prólogo 

Sua passion predominante é la giovin principiante. DON GIOVANNI, aria 

«Su pasión predominante es la joven principiante». (Don Juan, «aria») 

No puedo autoengañarme. Apenas domino el miedo que se apodera de mí en este momento, en este momento en que yo, y para mi propio interés, he decido hacer una cuidadosa transcripción de la fugaz copia, que con la mayor prisa y con mucho desasosiego adquirí. La situación es tan ansiosa y tan reprochable para mí como lo era entonces. Contrariamente a la costumbre, él no había cerrado su Secretair, y todo su contenido estaba así a mi disposición; pero en vano adornaría mi conducta recordándome a mí mismo que no he abierto ningún cajón. 

Abrí el cajón.  Había una multitud de papeles sueltos y encima de ellos yacía un libro en cuartillas grandes, encuadernado con buen gusto. Tenía una viñeta en un papel blanco, en la que había escrito de su puño y letra: Commentarius Perpetuus Nr. 4.

 En vano, sin embargo, trataría de imaginarme que si esa página del libro no hubiera estado abierta, y si el título pertinente no me hubiera tentado, no habría caído en la tentación, o habría hecho resistencia. El título en sí era extraño, aunque no tanto en sí mismo sino por el lugar en que se hallaba. 

De un rápido vistazo a los papeles sueltos supe que contenían situaciones eróticas, insinuaciones individuales sobre una u otra relación, bocetos de cartas de carácter muy propio. Mas tarde aprendí a conocer su descuido calculado artísticamente logrado. 

Cuando ahora, después de mirar el interior traidor de este depravado me recuerda la situación cuando yo estuve frente a este cajón y con mi curiosidad abrí los ojos. Me causó la misma impresión que debe tener a un oficial de policía cuando entra en la habitación de un falsificador, abre su escondite y en un cajón encuentra cantidad de papeles sueltos, trozos de arabescos, un monograma, una filigrana, que le indican que está sobre la pista; en esos momentos, a la satisfacción del hallazgo, 3 se une un gran asombro por todo el trabajo de falsificaciones. Le muestra fácilmente al policía que está en el camino correcto, y la alegría por encima de esto se mezcla con una cierta admiración por ese estudio, la diligencia que aquí es inconfundible. Par mi esto es un poco diferente, ya que estoy menos acostumbrado a rastrear delitos y no estoy armado con una placa de policía. 

Sentí el doble peso de la verdad de que andaba por caminos ilegales. Esa vez no fui menos más pobre en pensamientos que en palabras, como suele ser el caso. Estoy impresionado por una emoción, hasta que el misterio vuelve a soltarse y, diverso y veloz en sus movimientos, habla y se insinúa como una dimensión desconocida. 

Cuanto más se desarrolla la reflexión, más rápido se sabe captar. Uno se vuelve como un funcionario de aduanas con los pasaportes de viajeros extranjeros, tan familiarizado con ver las personas más aventureras que no se deja llevar fácilmente por el asombro. Pero independientemente del hecho de que mi capacidad reflexión probablemente esté muy desarrollada, me quedé en primer instante asombrado. Recuerdo muy bien que me puse pálido, que casi me desvanezco, y mi la ansiedad era grande. Supongamos que él hubiera llegado a casa, y me hubiera encontrado desmayado con el cajón en la mano de su escritorio, yo como un malvado. 

Sin embargo, la conciencia es capaz de hacer la vida interesante. 

El título del libro no me sobresaltó en sí mismo; Pensé que era una colección de extractos de diferentes obras, lo cual me pareció natural, ya que sabía que él siempre había estudiado con celo. 

Sin embargo, contenía cosas completamente diferentes. Era ni más ni menos que un diario, cuidadosamente llevado; y como yo, después de que lo había conocido previamente, no encontré que su vida necesitara un comentario tan solemne, así que no lo niego, después de la intuición que acabo de hacer, que el título ha sido elegido con mucho gusto y mucho sentido, con verdadera estética, con superioridad objetiva sobre sí mismo y sobre la situación. 

Este título está en perfecta armonía con el conjunto del contenido. Su vida ha sido un intento de realizar la tarea de vivir poéticamente. Con un fuerte desarrollo de un órgano para descubrir lo interesante de la vida, y ha sabido encontrarlo, y habiéndolo encontrado constantemente reproducía poéticamente lo experimentado. 

Su Diario, por lo tanto, no es históricamente exacto o simple, ni es un relato indicativo, sino subconjuntivo, es decir expresa deseos y sentimientos. Independientemente de lo que se experimenta, lo registra naturalmente después de 4 que se ha experimentado, a veces tal vez incluso pasado más tiempo después de eso. Sin embargo, a menudo se presenta como si tuvo lugar en el mismo momento, tan dramáticamente vivo que a veces es como si estuviera sucediendo frente a los ojos de uno. Él debería haberlo hecho porque tenía alguna otra intención con este diario, es lo más improbable; en el sentido más estricto que sólo haya tenido un significado personal para él es llamativo; y eso asumiría que tengo una obra de arte para mí, tal vez incluso no destinada a ser impresa. 

Pues no tenía por qué temer nada al publicarlo; la mayoría de los apellidos en la obra son tan peculiares que no hay absolutamente ninguna probabilidad de que sean auténticos. Solo he pillado una sospecha de que el nombre de pila es auténticamente correcto, por lo que siempre él ha estado seguro de reconocer a la persona real. Mientras que todos los extraños serían engañados por el apellido. 

Así es al menos en el caso de la mujer que conocí y sobre la que gira el principal interés del libro: Cordelia, su nombre muy cierto era Cordelia, pero su apellido no era Wahl. 

¿Cómo se explica ahora que el diario, sin embargo, haya recibido un toque tan poético? 

La respuesta aquí no es difícil. Se explica por la naturaleza poética que hay en él, que, si se quiere, no es lo suficientemente rica, por así decirlo, ni lo suficientemente pobre como para separar poesía y realidad. 

Lo poético fue más lo que él mismo trajo consigo. Esto era más la poética que disfrutó en la poética situación de la realidad; y esto él lo rearmó o reconstruyó en forma de reflexión poética. Fue un segundo placer, y ese placer poético calculado estuvo presente en toda su vida. En el primer caso disfrutó personalmente de la estética, y en el segundo caso disfrutó estéticamente de su personalidad. 

En el primer caso, el punto era que disfrutaba egoísta y personalmente de lo que, en parte, la realidad le daba a él, y lo que en parte él mismo había impregnado a la realidad; en un caso, su personalidad fue prófuga, y luego, en el otro, disfrutó de sí mismo en la situación. 

En el primer caso, siempre necesitaba la realidad, como ocasión, como momento; en el otro caso, la realidad se ahogaba en lo poético. El primer estadio es fruto pues del estado de ánimo en que el diario ha emergido como fruto de la 5 segunda etapa, donde la palabra es tomada en un sentido algo diferente del primero. 

Así siempre ha tenido la poética por la ambigüedad en que transcurrió su vida. Detrás del mundo en el que vivimos, lejos en el fondo, se encuentra otro mundo que se encuentra aproximadamente en la misma relación. 

Así, el Diario se formó de su condición anímica y fruto de su maduración; pero las palabras deben entenderse en un sentido algo diferente. Y de este modo percibió la poesía en la doble forma en que su vida transcurrió y a través de esta misma forma. 

La relación con esto, como el escenario que a veces ves en el teatro detrás del escenario real, se mantiene aquí. Tú ves a través de una flor delgada el mundo de una flor, pero más ligero, más etéreo, de una solvencia diferente a la real. 

Muchas personas que aparecen físicamente en el mundo real no pertenecen a este sino al segundo. 

Sin embargo, el hecho de que una persona se desvanezca, incluso casi desaparezca de la realidad, puede tener su base en un estado de salud o en una enfermedad. 

Este último fue el caso de este hombre a quien una vez conocí sin conocerlo. No pertenecía a la realidad y, sin embargo, tenía mucho que ver con ella. 

Estaba constantemente pasando por encima de él, pero incluso cuando era más indulgente, estaba fuera de sí. Pero no fue el Bien que lo atraía y tampoco era realmente el Mal, ni siquiera me atrevo a decir nada sobre él en este momento. 

Él ha padecido una exacerbatio cerebri, donde la realidad no tenía suficientes incentivos. Una angustia sicológica que le impide relacionarse directamente con la realidad. Sólo en un estadio momentáneo más alto solamente. 

Un estado sicológico en que él no se comprometía con la realidad. No es que fuese demasiado débil para soportarla, sino que era demasiado fuerte; pero esta fuerza era una enfermedad. Tan pronto como la realidad perdió su significado como incitación, estaba desarmado, y ahí estaba el mal en él. Él mismo era consciente de esto en el momento de la incitación, y en esta conciencia o lucidez egótica yacía el mal. 

He conocido a la muchacha cuya historia constituye el contenido principal del diario. Si ha seducido otras, no lo sé; sin embargo, sería posible deducirlo de sus escritos. 

También parece haberse conducido de una manera diferente, según la praxis que lo caracteriza bastante; porque estaba demasiado decidido espiritualmente a ser un seductor en el sentido común. 

Parece que también con esta forma de práctica se condujo del modo absolutamente particular que le caracteriza. La naturaleza le había dotado de un espíritu demasiado selecto para que fuese uno de tantos seductores habituales. 

También puedes ver en el diario que a veces era algo completamente arbitrario lo que ansiaba, un saludo, por ejemplo, y recibiría más sin costo alguno, porque era lo más hermoso de la mujer en cuestión. 

Con la ayuda de sus dones espirituales ha sabido tentar a una muchacha, atraerla hacia él, sin importarle poseerla en el sentido más estricto. Puedo imaginar que él sabía cómo conseguir eso en una mujer. Lo más destacable fue que él estaba seguro de que ella lo sacrificaría todo por él. 

Cuando el asunto llegaba tan lejos, se interrumpía, sin que haya habido el más mínimo acercamiento de su parte, sin una palabra de amor, y mucho menos una declaración, una promesa. 

Y, sin embargo, había sucedido. Y la desdichada conservaba la conciencia de ello con doble amargura, porque no tenía nada que reclamar, porque constantemente era confundida por los más diferentes estados de ánimo en un gran revoltijo temeroso. Ella pronto se reprochó a sí misma, luego lo perdonó, pero pronto lo hizo reproches a él. Ahora, sin embargo, dado que la relación sólo había tenido realidad en un sentido impreciso, constantemente tenía que luchar con la duda de que todo el asunto era una ilusión. 

Tampoco tenía la muchacha el recurso de confiarle a alguien su vivencia, pues, objetivamente, ella no tenía realmente nada que confiarles. Cuando has soñado, puedes contarles a otros tu sueño, pero eso que ella tenía que contar, no era un sueño, era la realidad, y sin embargo, tan pronto como quería decírselo a alguien más, para aliviar su mente perturbada, entonces era Nada. 

Ella misma lo percibió muy bien. Ningún ser humano podría comprenderla, apenas ella misma, y sin embargo, todo reposaba con un peso ansioso sobre ella. 

Tales víctimas son por lo tanto de una naturaleza muy propia. No fueron unas infelices que fueron marginadas, o que pensaron que eran condenadas al ostracismo por la sociedad, afligidas pero saludables y fuertes. A veces, cuando el corazón se llenó demasiado, les dio un aire de odio o de perdón. 

En ellas no se había producido ningún cambio visible; vivían en las condiciones habituales, consideradas respetables como siempre, y sin embargo un cambio se producía en ellas, inexplicablemente casi para ellas mismas, e incomprensibles para los demás. 

Su vida no estaba rota o quebrada, como la de otras seducidas. Estaba íntimamente doblegada; perdida para los demás, se buscó en vano en sí misma. 

En el mismo sentido en que se podría decir del seductor que su camino por la vida era imposible de rastrear (puesto que sus pasos eran tan regulares o normales, e imagino el control infinito de sus huellas o pisadas), en el mismo sentido ninguna víctima cayó por él.

 El seductor vivió demasiado espiritualmente para ser un seductor en el sentido ordinario. Ocasionalmente, sin embargo, asumía un cuerpo parastático, es decir, una adaptación mimética o inmóvil y entonces era solo sensualidad. 

Su historia con Cordelia es tan complicada que le fue posible aparentar ser él, el seducido. De hecho, incluso la infeliz Cordelia a veces puede quedar perpleja al respecto, y aquí también las huellas del seductor son tan vagas que es imposible hallar pruebas de su culpabilidad. 

Los individuos eran meros incentivos para él, los tiraba al igual que los árboles sacuden sus hojas – él se rejuveneció, las hojas se marchitaron. 

Pero, ¿cómo se ve en su propia cabeza? Creo que tal como él ha desviado a otros, él terminará del mismo modo corriendo salvajemente sobre lo mismo. 

Él ha descarriado a los otros, no exteriormente, sino interiormente. 

Hay algo repugnante cuando una persona conduce por caminos equivocados a un vagamundo extraviado que no conoce el camino, y lo deja solo en su engaño, y ¿qué es esto comparado con llevar a una persona a extraviarse y a correr de modo salvaje sobre sí misma? 

El vagamundo descarriado, sin embargo, tiene el consuelo de que el paisaje está en constante cambio a su alrededor, y con cada cambio nace una esperanza de encontrar una salida; pero el que se desenfrena en sí mismo no tiene un territorio tan grande para moverse; pronto se da cuenta de que es un circuito o laberinto del que no puede salir. Así es como creo que le pasará a él, incluso en una escala aún más terrible. 

No puedo pensar en nada más doloroso que una cabeza intrigante que pierde el hilo y ahora toda su agudeza se vuelve contra sí mismo, pues la conciencia despierta y trata de salir de esa guarida salvaje. En vano cree él tener muchas salidas en su trinchera, en el momento en que su alma ansiosa ya cree que ve caer la luz del día adentro, resulta ser una nueva entrada, por lo que busca asustado, perseguido por la desesperación siempre busca una salida y siempre encuentra una entrada por la que vuelve a sí mismo. 

Esa persona no siempre es lo que se podría llamar un criminal, él mismo a menudo se siente decepcionado por sus intrigas, y sin embargo, le sobreviene un castigo más terrible que el del criminal; pues ¿qué es el dolor del remordimiento en comparación con esta locura lúcida? Él experimenta consciente su locura o alucinación, como un caso de esquizofrenia o trastorno bipolar. 

Su castigo tiene un carácter puramente estético; por eso mismo, la conciencia despierta, es una expresión demasiado ética sobre él; 

 La conciencia se le presenta simplemente como una lucidez superior que se manifiesta como una inquietud que ni siquiera lo acusa en un sentido más profundo, sino que lo retiene despierto, sin descanso debajo de él en su inquietud estéril. Tampoco está loco; pues en al final la multiplicidad de pensamientos no se petrifican en la eternidad de la locura. 

Pobre Cordelia, a ella también le resultará difícil encontrar la paz. Ella lo perdona desde el fondo de su corazón, pero no encuentra descanso, porque entonces surgen las dudas: fue ella quien canceló el compromiso, fue ella quien fue la causa del accidente, fue su orgullo lo que atrajo lo inusual. Luego se arrepiente, pero ella no encuentra descanso; porque entonces los pensamientos acusadores la absolvieron: fue él quien, con su astucia, inoculó este plan en su alma. 

Entonces ella odia, su corazón se siente aliviado en maldiciones, pero no encuentra descanso; se reprocha otra vez, se reprocha a sí misma, porque lo ha odiado, porque ella misma es pecadora. Reproches porque, por muy sutil que él haya sido, ella siempre tiene la culpa. 

Es difícil para ella, que ha sido engañada aún más gravemente, y uno casi podría estar tentado a decir, es la reflexión que él ha despertado en ella, su desarrollo lo suficientemente estético como para no escuchar más humildemente a una sola voz, sino poder escuchar muchos discursos a la vez. 

Entonces el recuerdo despierta en su alma, ella olvida la culpa, recuerda los bellos momentos, se aturde en una exaltación antinatural. En esos momentos ella no solo lo recuerda, sino que lo percibe con una clarividencia que solo muestra dónde ella ha quedado plasmada. Ella no ve en él al criminal, pero tampoco ve a la persona noble. Ella lo siente a él como algo meramente estético. 

Una vez ella me escribió una epítola en la que comenta sobre él. 

“A veces estaba tan espiritual que me sentía aniquilada como mujer, otras veces tan salvaje y apasionado, tan seductor, que casi temblé por él. A veces yo era como un extraña para él, a veces se entregaba por completo; cuando pasaba mi brazo alrededor de él, a veces de repente todo cambiaba, y yo abrazaba una nube. Conocía esta expresión antes de conocerlo a él, pero él me ha enseñado a entenderla; cuando la uso siempre pienso en él, como pienso en cada uno de mis pensamientos sólo en él. Siempre me encantó la música, él era un instrumento sin par, siempre en movimiento, tenía un alcance que ningún Instrumento tiene, era un Epítome de todos los sentimientos y estados de ánimo, ningún pensamiento era demasiado alto para él, nadie demasiado desesperado, podía correr como una tormenta de otoño, podía susurrar inaudiblemente. Ni una palabra mía quedó sin efecto, y sin embargo no puedo decir que mi palabra no faltó a su efecto; para lo que serviría, me era imposible saberlo. Con un indescriptible, pero secreta, dichosa, innombrable ansiedad escuché esta música que yo mismo evoqué, y sin embargo no había evocado, siempre hubo armonía, siempre me arrastró". 

Terrible es para ella, más terrible será para él, puedo concluir que yo mismo apenas puedo controlar el miedo que se apodera de mí cada vez que pienso en ese asunto. Yo también estoy atrapado en eso reino brumoso en el mundo de los sueños, donde tienes miedo de tu propia sombra en todo momento. Busco en vano muchas veces despegarme de allí, sigo como una figura amenazadora, como un acusador mudo. 

¡Qué extraño! 

Él ha difundido el secreto más profundo sobre todos. Sin embargo, hay uno aún más profundo secreto, y es que soy un iniciado en él, y yo mismo me enteré de manera ilegal. Ah, olvídalo todo. Él no tendrá éxito. A veces he pensado en hablar con él al respecto. Pero de qué serviría, él lo negaría todo, afirmaría que el diario era un intento poético, o me impondría el silencio, Algo que no puedo negarle, en consideración a la forma en que me he dado cuenta. No hay nada, sin embargo, sobre el cual descansa tanta seducción y tanta maldición como un secreto. 

De Cordelia he recibido una colección de epístolas. Si son todos de ellas, no lo sé, pero me pareció que una vez hizo saber que ella misma había borrado algunas. He tomado una copia de ellas y ahora quiero en mi transcripción entrelazarlas. Bueno, les faltaba fecha, pero aunque las tuvieran, no serían de mucha ayuda, ya que el diario en su progreso posterior se vuelve más y más escaso, de hecho finalmente en sola una sola excepción, renuncia a todas las fechas, como si la historia en su marcha se volviera tan cualitativamente significativa, en la medida en que la realidad histórica, se aproximaba a ser una idea, que por ello las regulaciones de tiempo se volvieron irrelevantes. 

Lo que me ha ayudado, en cambio, es que en varios lugares de el diario contiene algunas palabras, cuyo significado no entendí al principio. Al compararlos con las cartas, sin embargo, me he dado cuenta que son los motivos de éstas. Por lo tanto, me resultará fácil intervenir en el lugar correcto, ya que siempre introduzco la carta en el lugar donde se encuentra el motivo de la misma. 

Si no hubiera encontrado estas pistas principales, habría sido culpable de un malentendido; porque estaba bien no se me ocurrió, lo que ahora sale del diario, la probabilidad de que en determinados momentos las cartas se sucedían con tanta frecuencia que parece haber recibido varias en un día. ¿Debería haber seguido mí propio pensamiento? Entonces probablemente los habría distribuido de manera más equitativa y no habría adivinado el efecto que ha logrado la energía apasionada 11 con la que ha utilizado esto con todos los medios para mantener a Cordelia en el pináculo de la pasión. 

Antes de la divulgación completa de su relación con Cordelia, el diario contenía intercalado pequeñas ideas ocasionales. Dondequiera que se encontraba uno, había una nota en el margen. Estas descripciones se mantienen en relación con la historia de Cordelia, pero dándome una idea vívida del significado de una expresión que él usaba a menudo, aunque antes yo la entendía de otra manera: uno siempre debe tomar en cuenta una pequeña cadena exterior. Si hubiera caído en mis manos un volumen anterior de este diario, probablemente habiendo dado con varios de estos, lo que él mismo llama en algún lugar del margen: Actiones in distans, es decir los efectos o acciones que influyen desde la distancia; porque él estaba tan ocupado con Cordelia que no tenía tiempo de mirar a su alrededor. 

Poco después de abandonar a Cordelia, él recibió de ella un par de cartas, que él reenvió sin abrir. Entre las cartas que me dejó Cordelia también estaban estas. Ella misma había roto el sello, y me atrevo a tomar una copia de ellas. Ella nunca me mencionó su contenido, al contrario, cuando mencionó su relación con Juan, solía recitar un verso, creo que de Goethe, y, según su estado de ánimo y la consiguiente diferencia de dicción parecía significar algo diferente: 

Vamos, 

Desdeña la fidelidad, 

El arrepentimiento viene después.

martes, marzo 05, 2024

SECRETOS EN LA QUINTA DE OLIVOS 3 Spirit Karix, la solitaria Por Omar Pérez Santiago Ilustración de Luis Martínez Publicado en Off The Record

 


Karix es la superheroína de la oculta cultura argentina: tira las cartas, hace sahumerios y prende velas aromáticas. Tiene poderes mágicos y talismanes. Conoce los mitos de los pueblos antiguos y sabe manipularlos. Se le llama bruja y su magia llevó a su hermano a la presidencia de Argentina.

—Feliz cumpleaños, Karix, le dijo el presidente de Argentina a su hermana. Tienen un muy íntimo vínculo espiritual.
Karix lleva semanas de odio, como si cruzara por el barro de un oscuro callejón. Sus labios están apretados como el rencor. Sus ojos fríos sin brillo, párpados pesados, casi adormecidos y su pálida cara de huesuda y nariz picuda.  Grita:

Es el 28 de marzo de 2024. Ella cumple 52 años.


—¡Odio al Papa Francisco! Me chincha que me haya presentado como tu esposa en la misa de canonización de la beata Mama Antula en el Vaticano.

En esa familia de gritones, Javo aulló con su voz linyera:

—El maligno jesuita de Francisco es especialista en montar operetas de lucha sicológica, o sea, digamos, profesional en venganzas simbólicas.

—Me trató como una planera, como una cheta caliente y jugable. A ti te llama Calígula y a mí Drusila, su incestuosa hermana, dijo Karix. Su voz se hace amarga en la sal del recuerdo.

—Karix, el Papa Francisco es maquiavélico. Es el argentino más importante gracias a sus manos frías y pétreas; inteligente y demoniaco.  Jefe de la casta espiritual.

Karix movió su pelo blanco lacio y pajoso como ciertas coquettes. Tomó Fernet frío con 3 hielos, el trago más amargo de Argentina. Se puso más odiosa con el alcohol.

Celebran solitarios.  No hay novio. Nunca se ha casado. Aún es algo apetecible, mas no la embelesa ningún varón. Cuando la veían por Corrientes la llamaban “Karix, La Solitaria”. No la avasallan las pasiones en su yermo corazón. Siempre aplazó el placer. O si acaso recuerda un viejo romance juvenil.

Al presidente de la Argentina todos lo evitan hoy. Le atribuyen fallas de carácter: “Le falla la psique”. “Pendejo tardío”. “Atorrante que no tolera opinión opuesta”. “Matón de esquina”.

Javo abre su Twitter. Es el estereotipo del Troll Rufián que masca a sus opositores:

“Bestias, impíos, tarados, traidores, malignos, ignorantes, basuras, ratas, delincuentes, apestados, estreñidos, degenerados. Les haré morder el polvo.”

Luego, le vuelve a explicar a su hermana su mesiánica pendejada del Paraíso Perdido:

—Hace cien años Argentina era un Edén. Digamos, o sea, éramos el pueblo elegido por el divino. Pero los zurdos filisteos  asolaron  Argentina. Pero seremos grande de nuevo. Yo los guiaré a la tierra prometida.

Pero Karix no cree en esas boludeces de su hermano:

—¡Deja que me ría, Javo! Argentina es el mejor país del mundo.  Tenemos los mejores escritores, científicos y profesores; las mejores universidades, el mejor sistema de salud y la mejor tarotista mundial, la Ludovica Squirru.

Ella es signo Rata del Horóscopo Chino y nació con dos habilidades: percibir las malas vibras y licuar a los adversos con el lúgubre placer de misas negras, especialidad de tarotista.

En algún momento, Karix mira por la ventana de la Quinta de Olivos. Ve que hay luna llena y le da un arrebato esotérico. 

—¡Mierda, una Luna llena de Gusano!

Se levantó del sillón y sin querer soltó un pedo tan fuerte que se asustó a sí misma:

¡Braaap!

Grita poseída:

—¡Oh! ¡Me llena, se retuerce, se pudre y se hincha dentro de mí, y me duele y me deforma!

—¿¡Qué!?

—¡Oh! Un gusano de mal augurio. Es la luna de Gusano de marzo. Y recién hubo un eclipse lunar.

—¿Qué significa, Karix?

—¡Oh! ¡Desequilibrio! El futuro incierto y sombrío. Tenés que buscar un equilibrio, Javo.

—¿Qué debemos hacer, Karix?

—Limpieza energética. Un ritual de sacrificio.

—¿Alguien debe morir?

—Javo, cuídate de los idus de marzo. Es el aviso que le dieron a Julio César antes de matarlo.

(Continuará…)


Los cuentos de Luis Alberto Tamayo y el corpus literario de los existencialistas

  Disfruto del libro de cuentos «Nos cuesta la vida» de Luis Alberto Tamayo por su narrativa bien escrita, a través de frases concisas y diá...