sábado, junio 25, 2011

Cuentos de sangre, drogas, sexo y banda sonora de rock: Nefilim en Alhué

Emersson Pérez

Emersson Pérez
"No conoceré el miedo. El miedo mata la mente. El miedo es el pequeño mal que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allí por donde mi miedo haya pasado ya no quedará nada, sólo estaré yo." –  
"Letanía Bene Gesserit contra el Miedo"
Dune 1965

La escritura, generalmente retratada como esencia vital, como esencia fundamental de la cultura, pero también como enfermedad y, finalmente de la enfermedad a la muerte, tal como lo afirma Bolaño en enfermedad + literatura = enfermedad. Sin ir más lejos recuerdo que caí al psicólogo por haber escrito  un  diario de vida, en realidad, por la lectura de mi madre hacia singulares pero cotidianas experiencias, mis miedos (mis escritos) se transformaron repentinamente en enfermedad, lo que en un principio fue un bloqueo, una tranca frente al papel, pero que, favorablemente, en un futuro se tradujo en poesía, el terror hoy está en todos lados, gracias al uso del internet, lo encontramos en notas de Facebook o entradas de blog, como un grito de ayuda al ciberespacio y sus lectores incógnitos. Hoy en día las amenazas de muerte son  grabadas en celular, el miedo se presenta, por ejemplo,  bajo una mesa en un jardín de párvulos de Tijuana o en La Legua, mientras la profesora canta una canción del dinosaurio rosado Barney y las balas de narcos y policías silban por las ventanas. El miedo es descrito rápidamente como estado de ánimo,  transformados en  twitteos, Incluso el más antiguo, el miedo a tener los dientes tan amarillos como la misma muerte, o sea, a envejecer y en resumen morir, proceso detenido en una foto  de unos 20 años atrás -siempre jóvenes en un mundo virtual-.
El terror, la primera palabra que leemos en el título del libro es la esencia suprema del miedo, el terror a un monstruo innombrable, como salido de un cuento del escritor norteamericano Lovecraft, que, sorpresivamente, en un giro, es la propia raza humana o el futuro decadente de ésta. Miedos terrenales y miedo a lo desconocido, de ambos podemos leer en el libro de Omar Pérez Santiago, miedo a la naturaleza, el miedo a los seres extraterrestres, pero también a terrestres que habitan nuestros pueblos (todos miedos a lo desconocido, al menos yo no sé cómo piensa un director de Monsanto o cuando vendrá el próximo terremoto), monstruos cercanos que envenenan nuestras periferias, colocan barreras y apresan el cuerpo en cárceles, la mente en escuelas y universidades, tal como en la novela “Ayer” de Juan Emar, el miedo conservador a lo nuevo, a lo diferente, el miedo que nos acecha desde el poder cruzando la Alameda y acercándose a la Moneda , el miedo al cuco, al hombre de arena, al viejo del saco -que son siempre el mismo-.
En un cuento del siglo XIX ; “El Hombre de Arena” de  Hoffmann;  su novia “Clara”  representa la racionalidad, trata de quitarle peso a los miedos del joven protagonista, es tu imaginación -le dice-, son tus traumas de niñez, pero qué sucede cuando esos miedos se acercan desde la propia historia descarnada, desde las calles, desde la familia, esos miedos, así como en la Alemania del siglo XIX,  así como en el pasado y presente de este país legado de Pinochet, en el cual el autor se presenta como testigo, finalmente desde los vicios de la propia sociedad,  como Aleister el nigromante, el enemigo “familiar”  del cuento que le da nombre al libro y que presentamos el día de hoy Nefilim en Alhué y otros relatos sobre la muerte, personaje macabro que actúa - impunemente - con sus zombis extraterrestres, que, paralelamente, fuera del libro intentan el día de hoy colocar una cárcel, en el pueblito, destruyendo la vida (al menos como sus habitantes la conciben) de manera impune, de forma secreta, ofuscada, pero, tristemente, evidente .
El miedo es un sentimiento primario, le permite al soldado actuar con rapidez, el miedo se convierte en un factor eficaz para la supervivencia, nos mantiene alertas, sin embargo, lo importante es no quedar paralizados en el terror, lo importante es romper nuestros temores, salir a la calle, hacer dedo en la avenida de la muerte –en la que un personaje del libro termina- . Omar Pérez nos presenta un catálogo de cucos, un catálogo de sospechas, que, aunque lleno de invocaciones mitológicas y evocaciones folclóricas de la cultura popular Latinoamericana, se encuentran a la vuelta de la esquina, acechándonos, unos cuentos que están llenos de sangre, drogas, sexo y rock and roll, un libro con banda sonora donde la sangre salta al ritmo del Agro Metal de Korn, donde una misa negra se lleva a cabo con un fondo Death Metal, donde pasamos las penas con Only You de los Platters o donde los poetas fracasados de los ‘70 ceban vino al ritmo de Janis Joplin.
Lo importante como buenos lectores o detectives -que puede ser lo mismo- y a lo que se nos invita, aparte del placer de la lectura,  es a identificar al asesino,  a la ausencia de justicia como dice el prólogo,  a que los cadáveres no queden apilados en las calles como árboles de Navidad. La invitación -como dije- puede ser divertirse, pero también estar alertas. La invitación de leer Nefilim en Alhué es la de ir a la esquina y  descubrir  al asesino.

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